Del Lago Nahuel Huapi a la Costa del Pacífico

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Siete días en Chile

„Ya solo hago viajes con un significado profundo“ , me dijo hace poco una buena amiga.

Seguimos hablando y olvidé la frase. Después no volvió a surgir la oportunidad de preguntar qué quería decir con eso exactamente. En nuestro viaje de Bariloche a Chile a través de  los Andes me acordaba continuamente de esta frase, sin tener la menor idea de si nuestro viaje tendría ese significado profundo.

Martín y yo salimos de Bariloche por la mañana temprano. Tomamos la ruta 40 por El Bolsón y Esquel, adentrándonos cada vez más en los Andes hasta llegar a la frontera chilena a través de un paso entre las montañas. Hicimos una breve parada y media hora después llegamos a una pequeña y tranquila población, Futaleufú. Era domingo y se celebraban elecciones, en la escuela, la calle anterior estaba cerrada. Había letreros en todos los restaurantes: “Hoy no hay alcohol”.

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Futaleufú

Futaleufú

Pasamos los tres primeros días de nuestro viaje con nuestros amigos argentinos y sus dos niños,  y Víctor, que es muy aficionado a la pesca, encontró enseguida un lugar apropiado en el río. Mientras él pescaba, Martín y yo nos pusimos los trajes de neopreno.

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Rio Espolón

Rio Espolón

 

“¡Vamos, Luca!, allí arriba empezamos a nadar, ven siempre detrás de mí y allá abajo, donde la corriente no es tan fuerte, salimos del agua”.

Sentí una mezcla de miedo y emoción y al mismo tiempo supe cuánto iba a enojarme si no saltaba al agua. No había pasado mucho tiempo desde el deshielo y el agua estaba a unos 4º C.

Había tenido miedo muchas veces en mi vida, por mí y por otros.

Fear can stop you but you can stop fear.

Entonces tomé la decisión y me lancé al agua congelada. En ese momento la corriente me arrastró, a mí, a mi cuerpo y al miedo.

¡Qué sensación tan agradable! Martín nadaba delante de mí, le alcancé y gritó: “ ¡salimos ahí delante!”, porque un poco más abajo estaba Víctor pescando. Di unas cuantas brazadas  y noté de nuevo la tierra bajo mis pies. Volví a meterme enseguida otra vez en el río.

Al día siguiente fuimos hasta Chaitén, una pequeña población en la costa del Pacífico. No había oído hablar nunca de este lugar, solo sabía que desde aquí un pequeño transbordador nos llevaría a la isla Chiloé. Nada más llegar tuve una sensación de opresión“. Aquí hay algo raro”, sentía yo aunque no sabía qué era. Después me dijeron lo que sucedió el 8 de mayo de 2008.

 

Unos días antes del 8 de mayo un terremoto de intensidad 4,1 sorprendió al pueblecito y a sus 3.300 habitantes. Poco después una lluvia de ceniza cubrió la zona con una capa de 15 cm, con lo que el agua potable quedó inutilizada. Se empezó a evacuar a las primeras personas, la mayoría fueron transportadas en barcas a la cercana isla Chiloé. Unos días después el “pequeño” volcán Chaitén entró en erupción. Las masas de lava y de lodo destruyeron trescientas casas.

 

Setecientas personas han vuelto hasta hoy. Algunos restaurantes han abierto de nuevo, así como un hotel, una escuela y un pequeño centro de salud.

 

Chaitén está rodeado de grandes volcanes activos pero nadie contaba con que el más pequeño pudiera producir esa catástrofe ya que la última gran erupción se produjo en 7420 a. C.

 

Por la tarde salió el sol y no había viento así que, por primera vez, pude salir  al Pacífico con la tabla de SUP.

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Nunca podemos saber con seguridad lo que va a pasar.

 

Aunque ya llevo dos semanas en Sudamérica sigo despertándome por las mañanas sobre las cinco o las seis. Esa mañana también. Entonces me fui a la playa y no podía creer lo que estaba viendo. El día anterior tapado por las nubes, se descubrió de repente majestuosamente  ante mí: la cima del volcán Corcovado. Respiré hondo un par de veces, estaba fascinada y corrí rápidamente a casa a buscar la cámara.

 

¡Qué estupidez correr tras una foto!, porque cuando volví el volcán ya había desaparecido detrás de las nubes. ¡ Qué ilusa! Mientras estoy ahí sentada riéndome de mí misma aparecen de pronto dos delfines por la izquierda y pasan nadando ante mí. Se sumergen, vuelven a emerger, los dos idénticos. Me encanta este saludo y me conmueve en lo más profundo. Ni acordarme de que tenía la cámara en la mano.

 

Por la tarde tomamos el transbordador a la isla Chiloé.

 

Las playas y los mercados son tan divinos como las iglesias.

 

A la vuelta de Chiloé, ya en tierra firme y en dirección norte, llegamos al día siguiente a Tirúa.

 

En la radio sonaba un tango, “Mar de fondo”. Escuchando los bajos del bandoneón me imaginaba las ondas subterráneas, los movimientos profundos del mar, la razón de la existencia.

 

 

Algunos surfistas de Bariloche iban a ir a Tirúa  y para nuestra sorpresa nos encontramos de repente en medio de un festival de windsurf en el que participaba toda la ciudad.

 

Stormy day, happy windsurfer.

 

 

El tercer día continuamos el viaje porque queríamos volver a las montañas, a las Termas Geométricas, cerca de Pucón.

 

Pasamos la noche en Pucón y al día siguiente volvimos a Bariloche atravesando los Andes.

 

La naturaleza puede ser mágica.

 

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Feliz y contenta no me pregunté ni un segundo más por el significado profundo de este viaje.

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